viernes, 29 de noviembre de 2013

San Cristóbal de La Habana. Otra colaboración de Dr. Ricardo Álvarez Portal

Algunas cosas curiosas sobre la ubicación de la villa de San Cristóbal de  La Habana (la del sur) en los mapas antiguos y otras cuestiones interesantes.

Ya hemos comentado algunas cuestiones relacionadas con el enigma de la ubicación de la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana, en el sur. 


En el mapa que se muestra más abajo, se señala la villa de San Cristóbal de La Habana con el topónimo Volavana. Puede verse que S. Spirit y otras villas situadas en el interior de la isla, se han ubicado con un pequeño círculo, mientras que para las que están en las costas no se emplea este símbolo (Bayahonda, La Havane, B. de Matance, etc.). 


Otro detalle que hay que tener en cuenta, es que el círculo que ubica cartográficamente a Volavana se encuentra al oeste del río que está trazado en el mapa. No se puede precisar si la punta que aparece al oeste de dicho río es Punta de Pájaros, o no.


Parece ser que las líneas punteadas son posibles rutas de navegación. Si fuera así, entonces para llegar a Volavana se bordeaba la península de Zapata y se tomaba un rumbo noroeste, quizá para llegar a la desembocadura del río Mayabeque.


De todas formas, no se debe confiar demasiado en el trazado cartográfico de este mapa antiguo ni de otros.



Obsérvese en este otro mapa, que Havana (del norte) está al noroeste de S. Cristophori, y en el mapa anterior esta villa está cartografiada al noreste de Volavana


En el siguiente mapa ocurre lo mismo que en el anterior:

En el siguiente mapa, parece que la villa del sur tiene el topónimo de Matamana, pero no se puede precisar su posición. O quizá los cartógrafos se equivocaron, y es un topónimo incorrecto compuesto por dos: Matabanó y  Oldhavana o Volavana, o algo así; pero de lo que no hay dudas es que el círculo de ubicación está en un río que por sus dimensiones debió considerarse importante, quizá el Mayabeque. En este mapa, Havana (del norte) está al noreste.


El siguiente mapa se caracteriza por un trazado que es muy curioso: un camino que va desde la villa que tiene el topónimo Havanna (la del norte) a otra villa, situada al sur, que en el mapa aparece como Limones Grandes, localizada al noreste de Macurites. Note que el pueblo de Batabanó aparece como Bathano.


Vamos a detenernos, antes de continuar con los mapas antiguos, en otro aspecto histórico: los nombres que ha tenido Cuba, que es un tema muy interesante y curioso.

El soñado Cipango (Japón) a donde pensaba llegar Cristóbal Colón, se le trastocó cuando, siendo el mes de octubre de 1492, se enteró por los indios que era Colba (Cuba). No sé realmente porqué dicen que Colón pensaba que Colba era un continente (yo creo que no era más que el deseo de que así fuera), pues en su diario de navegación anota claramente, unos días antes de llegar a Cuba: “…y después partir (Nota: parece que desde las islas de Las Bahamas) para otra isla grande mucho, que creo debe ser Cipango…” O sea, los indios le dijeron a Colón cómo llegar a otra isla, no a Cipango, ni nada que se parezca. Por lo tanto, de boca de los indios, él ya tenía la información de que Colva (Cuba) era una isla, lo que se corrobora en su diario, pocos días después, cuando Colón anota el nombre de Cuba en el mismo. Tengan en cuenta lo que el Almirante escribe en su diario, el 23 de octubre de 1492: “…Quisiera hoy partir para la isla de Cuba...”, a la cual llegaría cuatro días después. Repito: él ya sabía que iba navegando hacia una isla.

Pero Colón era adicto a las permutas de topónimos, y en diciembre de ese mismo año bautiza a la isla de Cuba, ya descubierta, con el nombre de Juana. No sé porqué se dice que le puso a Cuba el nombre de Juana en memoria del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, pues el Rey, si se hubiera enterado, no le hubiera causado mucha gracia, y pienso que al príncipe, si se enorgullecía de su gallardía varonil, no le hubiera gustado tampoco que su nombre lo pusieran en femenino. Pero bueno, vaya usted a saber. De lo que sí estoy casi seguro es que el Rey ni se enteró de que Colón le puso Juana a Cuba, (parece que el “correo” no funcionaba eficientemente), pues -según dicen- el padre del príncipe, Fernando de Aragón, al morir su majestad, la Reina Isabel La Católica, le cambia nuevamente el nombre a la isla Colva o isla de Cuba de los indios, y se le ocurre ponerle Fernandina, y manda a escribir en una Real Cédula (porque ellos, los nobles, ni la pluma tomaban en sus manos), fechada el 28 de febrero de 1525, que le cambien el nombre a Cuba, y así escriben en la cédula: “…yo he mandado que de aquí en adelante esa isla que hasta aquí se llamaba de Cuba, se llame Fernandina, porque pareció que el que tenía era algo fuera de propósito…” O sea, que el Rey ni sabía o se le olvidó que Colón ya no llamaba Cuba a la isla (desde 1492), sino Juana. Pero lo que se mandó a cumplir mediante algún decreto o cédula no impidió que la gente siguiera utilizando el topónimo de isla de Cuba. Siempre se continuó utilizando este nombre, incluso en documentos oficiales de la Corona.

Pero siguen los nombres para nombrar a Cuba. Según los historiadores, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, utiliza en su obra “Historia General y Natural de las Indias”, el nombre Alpha para la isla de Cuba, según dicen porque Colón nombró a la actual Punta de Maisí (o Punta de Bayatiquirí, por los indios) como Alpha y Omega…

Oviedo también llama a la isla de Cuba como Isla Fernandina del Puerto del Príncipe. Mientras, Garcilaso de la Vega, le nombra Isla de Santiago de Cuba, Isla de Cuba, Isla de La Habana, etc.

Y esto de los topónimos de la Isla no para aquí. El historiador José Martín Félix de Arrate, en su libro “Llave del Nuevo Mundo, antemural de las Indias Occidentales”  (1761), escribe: “… quiso el cielo que esta Isla fuese también conocida por la Isla de Santiago y del Ave-María…” Bueno, no conozco quién en el cielo se ocupaba de cambiarle el topónimo a Cuba a cada rato.

Y bien, esto continúa. Resulta que dicen que Cuba deriva de Acuba (uno de los descendientes de Annón, hijo de Esdras). Pero otros plantean que lo de “Cuba” deriva de la palabra “cuba” (de barrigón, tonel, etc.). Otros le atribuyen una raíz similar a las palabras Cuba y Ciboney (ciba: piedra, montaña, cueva). En la isla Española, (según testimonio de Bartolomé de Las Casas) había un grupo montañoso llamado Cibao. Otros señalan que Cuba tiene una raíz del lenguaje de los mayas y hay quien insiste en que viene del lenguaje arahuaco, etc.

Bien, hasta aquí les he dicho todo lo que he podido encontrar sobre el topónimo o nombre que le han dado a nuestra isla desde que, lamentablemente, pusieron sus píes los españoles en ella, lo que no significa que soy un erudito en estas cuestiones históricas, ni mucho menos.

No me culpen si segrego algunas frasecitas venenosas. Me siento profundamente martiano y siempre he estado identificado con su genial pensamiento. Lo digo porque nuestro apóstol nacional no sentía mucha simpatía por el ilustrísimo Diego Velázquez de Cuellar, que gobernó despiadadamente a los esclavos: indios cubanos y negros africanos, ni tampoco por sus acompañantes, que con arcabuces en mano mostraron, en la América Toda, las primeras clases y escenas de lo que se conoce hoy en día como acciones de la US Marine Forces y de la OTAN.

Es algo desconcertante que todavía nos quieran hacer creer que España no convirtió a América en una colonia, sino que la consideró como una provincia más; que era la España del otro lado del Atlántico, y por eso trasplantó a América sus instituciones y su cultura. A este proceso le llaman “Hispanización del Nuevo Mundo”, una transculturización bien pensada. Lo mismo hicieron o trataron de hacer los norteamericanos en Puerto Rico, en las islas del Pacífico, en Irak, Afganistán y ahora en Libia y en otros lugares, para desaparecer la identidad nacional. Con los cubanos les salió el tiro por la culata.

Con Colón vinieron muchos españoles nobles arruinados, para los cuales la única esperanza que les quedaba era conseguir tierras en otro lado ignoto, y lo digo así porque no sabían a donde iban.

También, y en su mayoría, los “descubridores” eran presos de toda calaña que recuperaban su libertad a cambio de ir a navegar, hacia dónde ni se imaginaban, en las embarcaciones que se utilizaron en el primer viaje. Por supuesto que iban curas; muchos curas, para enseñar a los "salvajes" el "Dios verdadero", no el de los que se encontraran en el camino y que ya adoraba a sus otros dioses.

Otros conquistadores se habían visto cercados por la justicia en España, acosados, con sus familias de simples artesanos o agricultores venidas a menos en turbios pleitos, y tal vez pensaban:  "En las tierras hacia las cuales vamos quizás encontremos oro y alcancemos la riqueza y la libertad."

Y ya saben lo demás: trajeron todas las enfermedades que en estas tierras de América Toda no se conocían, y se impusieron con la cruz, la espada y arcabuces, robaron y mataron, y terminaron con civilizaciones más importantes que la de ellos, en las tierras donde pretendían enseñar sus creencias, cultura y costumbres.

Otros “descubridores” españoles eran bastardos, que habiendo nacido y criados entre cerdos, pensaban: "Quizás en América encontremos un nombre que ponga claridad al de la oscura madre que nos trajo al mundo."

Y así, aquellas personas surgirían en la Historia como héroes sacados de la nada, pero sólo fueron conquistadores-geófagos. Se dice que fueron héroes indiscutibles, conquistadores de un nuevo mundo. Aunque hay que reconocer que para zarpar en aquellas carabelitas de madera y a velas, y navegar hacia lo desconocido, había que tener el corazón bien puesto en el pecho, aunque sea para conseguir malsanamente lo que deseaban.

Lean lo que escribió José Martí: “¡Odio Velázquez, que en su tumba frío cadáver yace, pero no reposa!”. Entiendo que su alma, la de Velázquez,  no reposará en paz, jamás, en esa tumba, debido a los desmanes y a la masacre que comandó sin ningún miramiento ni misericordia humana.

Pero todavía algunos de ellos piensan que le debemos algo de lo que somos, o que seguiríamos siendo indios infra-desarrollados si no hubiera sido por el “encuentro entre nuestras dos culturas”: Y lo digo porque no es nada agradable, y sí vergonzante acto de antidiplomacia, oírle gritar a un Rey, para decirle a un presidente latinoamericano, en el transcurso de un discurso, un encabronado ¡Cállate la boca!, porque el orador estaba diciendo puras verdades que le caían mal al Rey ¿Estará pensando aun que somos sus súbditos?

Pero, continuando con los topónimos, quiero decirles que en ningún escrito he encontrado el nombre dado a nuestra isla como el que hallé en un mapa. Véanlo más abajo: Isabella, quizá trazado en el mapa para venerar a la Reina Isabel La Católica, lo que resulta más acorde con el carácter femenino de la tierra descubierta: una isla, y no el que utilizaron, los feminismos de los nombres masculinos Juan y Fernando.
                                              1513_America Admiral's map Walseemuller

Observen en el mapa que sigue (Mapa de Piri Reis) una cartografía que algunos piensan
que la hicieron extraterrestres. A Cuba la hemos señalado con una saeta:

¿De dónde se tomó la forma de Cuba de norte a sur, a lo largo de las latitudes, y no de este a oeste, a lo largo de las longitudes, como es en realidad? Existen varias versiones de distintos eruditos. Pero, de lo que sí estoy convencido es que el turco Piri Reis (Hacı Ahmed Muhiddin Piri) tenía una gran imaginación, pues además de esta curiosidad de Cuba, en su mapa aparecen territorios que aun no se habían descubierto, por lo menos por los europeos, en la época en que se hizo el mapa. Vaya usted a saber, quizá la historia de que vikingos, chinos, y otras civilizaciones llegaron a estas tierras antes de Colón y otros descubridores europeos, es cierta. Aunque no descartamos a los extraterrestres.

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