En
el año 2019, es muy seguro que se celebrará con fuegos artificiales la
fecha en que los conquistadores españoles fundaron la Villa de San
Cristóbal de La Habana, pero vale especificar, para ser históricamente
exactos, que sería la del norte; o sea, la novena villa, que fuera fundada, según se cree, el 16 de noviembre de 1519, por Diego Velázquez de Cuellar, y se instituyó como capital de la Isla de Cuba en el año 1589. El día 20 de diciembre de 1592, Felipe II le confiere a La Habana el título de ciudad.
Pero…Emilio Roig de Leushering, escribió: “La
fundación de La Habana está sumida en una profunda oscuridad. Solo
puede decirse con seguridad que La Habana fue fundada por los
colonizadores españoles por orden e instrucciones de Diego Velázquez.
Así de vaga es la cosa”.
O
sea, que no sé si es así exactamente, pero nunca alguien ha podido
demostrar, ni se ha constatado en ningún remoto archivo, que fuese el 16
de noviembre de 1519 la fecha real de la fundación de San Cristóbal de
La Habana, en el norte. Se pudieran llenar muchas gavetas con los
papeles de las investigaciones que han tratado de comprobar este hecho
histórico, pero no existen archivos del Cabildo Habanero anteriores a
1550 y los resultados han sido infructuosos.
Entonces
¿Por qué celebramos esta fecha? Se pudiera decir que es una tradición
que surge a partir del momento en que se levantó un monumento, por
ocurrencia del gobernador Cajigal de la Vega, en el año 1754, en el
lugar que después se levantaría el Templete. En esta especie de obelisco
se pueden leer las palabras solemnes que señalan que en 1519, bajo una
corpulenta ceiba se celebró la primera misa y la reunión del primer
Cabildo habanero al momento del asentarse la ciudad en el lugar que hoy
ocupa, a la vera del Puerto de Carenas. Este momento se recrea en un
cuadro, en el cual aparecen algunos de los presuntos fundadores con
poses grandilocuentes, una india con un indiecito, una ceiba y a lo
lejos unas elevaciones que por sus características no parecen pertenecer
al paisaje de La Habana.
Lo
cierto es que La Habana no siempre estuvo en el lugar que hoy ocupa,
como son también varios los estudios que hablan de fechas anteriores
como las fundacionales de la ciudad.
Volvamos unos años más atrás cuando, según los historiadores, en
1508 tuvo lugar el bojeo de Cuba por Sebastián de Ocampo, en
cumplimiento de las órdenes dadas por Nicolás Ovando, gobernador de la
isla a la que nombraron La Española. El resultado de esta exploración
reafirmó que Cuba era una Isla, y estaba habitada por indios en número
bastante considerable, que algunos cifran en más de 100 mil almas.
Tres
años después, Diego Colón, hijo del Almirante Cristóbal Colón, que
gobernaba La Española en esos momentos, ordenó a Diego Velázquez de
Cuellar la conquista de Cuba. Este hombre, acompañado por otros
oficiales, soldados y fray Bartolomé de Las Casas, desembarcó en la
parte oriental de la isla, con 300 hombres, caballos y armas para dar
cumplimiento a lo dispuesto, sin mediar respeto alguno por los
habitantes originarios. La historia es conocida. La cultura de la fuerza
fue la que se enfrentó a la cultura aborigen; el cacareado encuentro de
dos mundos fue realmente fatal para los que recibieron a las huestes
españolas, y lo único traído por los conquistadores de la desarrollada
Europa fueron las enfermedades, el sabor de la muerte violenta y un
nuevo tipo de relaciones de producción y sociales: el esclavismo, basado
en la explotación inhumana de unos hombres por otros. Siendo irónicos,
pudiéramos decir que los españoles de baja calaña que desembarcaron en
Cuba, al menos abonaron los suelos cubanos con los restos humanos de
miles de indígenas indefensos.
Sin
lugar a dudas, ni los heridos que quedaban de los enfrentamientos
armados entre ambos bandos, ni enfermo alguno tuvieron atención médica
adecuada, pues en las carabelas no viajaba nadie envestido con esta
licencia. Y esta situación duró bastante tiempo, pues se narra que en la
expedición de Cortés para la conquista de México, en 1519, iban
soldados ignorantes que hacían de cirujanos y que sólo podían santiguar y
cubrir con algún mejunje las heridas y descalabraduras. Incluso, se
habla de barberos y boticarios nigrománticos y falsos astrólogos que
curaban las heridas con trapos sucios y diversas grasas, entre otras
prácticas. Es así que, como consecuencia de las expediciones españolas,
se introdujo la viruela en Cuba y otras enfermedades.
En
1527 la población española de la Isla era muy poca y estaba repartida
de esta manera: en Trinidad 12 vecinos, en Sancti Spíritus 26, en Puerto
Príncipe 20, en Baracoa 12, en Santiago de Cuba 20, y en La Habana y en
el resto del país, unos cien españoles más. La población india había
mermado de un modo notable por el maltrato a que fue sometida, por la
sobreexplotación a la que los sometían los españoles y a los suicidios
de los indios por dejar aquella infravida a la que los habían sometido, y
por las nuevas enfermedades que les afectaron.
Según
datos históricos, de los miles de aborígenes que habitaban Cuba
–algunos cifran la población entre 200 000 y 300 000-, el censo de 1537
(cinco años después del arribo de Diego Velázquez), la población de Cuba
era sólo de 5 000 indios encomendados, 300 españoles y 500 esclavos
africanos. A estos últimos hubo que transportarlos como animales a Cuba
en calidad de esclavos, debido a la rápida desaparición de los indios
originarios cubanos que sucumbieron bajo la obligatoriedad y rudeza de
los trabajos a los que se vieron sometidos, entre ellos el lavado de
arena en los ríos en busca de oro, los cultivos de mantenimiento de la
alimentación, que era injustamente repartida, y otros. La baja cantidad
de españoles en esos años se debía, entre otras razones, por las
expediciones a México, que alejaron a muchos de la isla. A esto se
sumaron los ataques de corsarios, enfermedades, y restricciones de la
Corona que desilusionaban a los colonos.
Pero La
Habana no fue la primera capital de Cuba. Se consideraba como tal a las
villas donde el gobernador de la isla se instalaba para gobernar
temporalmente, que en aquella época era el Adelantado Diego Velázquez de
Cuellar. Por esa razón, le corresponde a Baracoa (1512) haber sido la
primera capital de Cuba. Poco después se trasladó la gobernación a la
segunda capital de la isla, que fue Santiago de Cuba (1514), y en 1539
se trasladó el gobernador a Bayamo, pero fue por poco tiempo.
Es sabido que entre 1512 y 1514 se fundaron las villas de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador del Bayamo, Santiago de Cuba, Trinidad, Sancti Spíritus y Santa María del Puerto del Príncipe, y correspondió a San Cristóbal de la Habana
–vale decir, la del sur- ser la séptima de las villas erigidas en Cuba
(1515) por el Teniente Gobernador de la Isla, el ya mencionado Diego
Velázquez de Cuéllar.
Sobre la octava villa, y menos sobre la séptima, se habla bastante limitadamente, quizá debido a su existencia efímera.
La
séptima villa -este trascendental hecho histórico para los habaneros de
ayer y actuales mayabequenses- tuvo lugar el 25 de julio de 1515. Según
algunos historiadores, se le dio el nombre original de San Cristóbal de
La Habana, teniendo en cuenta la fecha de su fundación, -vinculada con
la hagiografía cristiana- y el nombre españolizado del cacique
Habaguanex o del término sabana.
Lo
de San Cristóbal se lo debemos como herencia a un hombre nacido en la
antigua tierra de Caanán, Asia Occidental, entre el Mediterráneo y el
río Jordán, donde había sobresalido entre sus compatriotas gracias a su
gigantesca estatura, la cual, según asegura la leyenda, fue de más de
dos metros. Mientras se encontraba al servicio del rey de su país, un
día se dijo a sí mismo que, en realidad, él debería servir no a su rey,
hombre ambicioso y mortal, sino al señor más poderoso de la Tierra, que
por supuesto era Dios Todopoderoso.
Se
ha escrito que a este hombre lo santificaron como San Cristóbal
(fallecido c. 250), por ser un mártir cristiano. Según cuenta la leyenda
oriental, era un soldado pagano llamado Reprobus que se
convirtió al cristianismo y murió tras sufrir una cruel tortura por no
renegar de su fe. La leyenda medieval occidental le representa como un
santo que, tras su conversión al cristianismo, dedicó su vida al
ejercicio de la caridad transportando viajeros sobre sus hombros a
través de los ríos. Un día un niño le pidió que le cruzara pero, a
medida que avanzaban por el río, el niño se iba haciendo más pesado.
Cuando Cristóbal se quejó, una voz le dijo que llevaba el peso del mundo
en la persona de Cristo sobre su espalda (se sabe que Cristóbal proviene etimológicamente del griego Christophoros, “El portador de Cristo”.
En
arte se le representa habitualmente llevando al Niño Jesús a sus
espaldas. Es patrono de los viajeros. Su festividad se celebra el 25 de
julio.
San Cristobal
Carta de Gerardo Mercator (1628)
Carta de Gerardo Mercator (1628)
Por
lo tanto, Diego Velázquez, izó el estandarte de Castilla en un lugar de
la costa sur del cacicazgo de Habaguanex, cerca de las márgenes del río
Mayabeque u Onicajinal y con las facultades que se le habían conferido,
el Teniente Gobernador erigió la nueva villa, y dio nombre en atención
sin duda a la fecha del suceso y a la denominación del sitio en el
lenguaje de los aborígenes cubanos, con el nombre de San Cristóbal de la
Habana.
Este
acontecimiento, quizá evaluado como corriente y sin trascendencia por
algunos, fue un hecho histórico importante, dado que era la primera
villa en el occidente del país que los españoles iban conquistando poco a
poco. Tampoco fue tan efímera, ya que del lugar se conocen documentos
en los que se menciona, y su ubicación geográfica aparece trazada en
mapas de años posteriores a 1519, incluso del siglo XVII.
¿Qué
tiempo gobernó o se mantuvo Velázquez en esta séptima villa? No se sabe
exactamente, y tampoco si se fundó ésta oficialmente, como las
restantes. Recuerden que Hernán Cortés llegó a ser nombrado alcalde de
Santiago de Cuba, aunque fue después encarcelado por el gobernador Diego
Velázquez, acusado de conspirar en su contra. Pero sucedió algo
singular, al ser liberado, se casó en Santiago de Cuba, en el año 1514,
con la cuñada del propio Diego Velázquez, cuyo nombre fue Catalina
Suárez Marcaida (quizá de ahí viene el nombre de Catalina de Güines),
por lo que es de suponer que Santiago de Cuba era indudablemente la
capital de Cuba en aquellos años de 1514 y 1515 y centro de las
actividades sociales y de gobernación de la Isla.
Pero
la fundación de esta séptima villa no fue fruto del azar o la aventura,
sino consecuencia inmediata de planes meditados y dirigidos a la
consecución de fines trascendentales de avanzar hacia nuevos territorios
aun no descubiertos.
Pero
abandonemos la idea de seguir hurgando en la Historia que se conoce
bien. Lo que deseamos resaltar en estas líneas es que aunque las fechas
de las fundaciones de las restantes seis villas se han venido celebrando
durante muchos años, la de la fundación de San Cristóbal de La Habana
en el sur, que aportó su nombre a la del norte, no es celebrada como se
ha debido, a consecuencia de que la ubicación geográfica de la misma es
un misterio y se ha estado discutiendo estérilmente durante mucho tiempo
en dónde estuvo ubicada, y se ha mantenido como un enigma, aunque desde
los años noventa del pasado siglo se dieron pruebas de su localización,
lo cual puede consultarse en el artículo “San Cristóbal de La Habana en
el sur, análisis histórico-geográfico de su localización”, del
licenciado Abilio González González (http://mayabeque.blogia.com).
Es
sabido que a consecuencia de las malas condiciones ambientales
existentes en el sur, los españoles se trasladaron a un sitio en la
desembocadura del río conocido en aquella época como Casiguaguas, más
tarde como río Chorrera y hoy río Almendares.
No
se sabe a ciencia cierta la fecha, pero alrededor del año 1519 se
realizó el traslado desde Casaguas al lugar donde hoy se halla la ciudad
de La Habana; conociéndose en aquel entonces como Villa de San
Cristóbal de La Habana. Es así que la ciudad devenida capital colonial
en el año 1589, encontró asiento definitivo al norte de la región
occidental de la Isla, al lado de una bahía de bolsa, más bien hacia el
oeste de la misma, conveniente para puerto y asentamientos humanos.
Durante más de cuatrocientos años los
habaneros han celebrado la tradición de que fue el 16 de noviembre de
1519 el día en que, bajo una corpulenta ceiba y junto al Puerto de
Carenas, se celebraron un cabildo y una misa para solemnizar el
establecimiento allí de la villa de San Cristóbal de la Habana, topónimo
asociado sin lugar a dudas al cacique de toda aquella comarca,
Habaguanex, que gobernaba las comunidades aborígenes que habitaban en
esta región, y después de haber estado
sucesivamente en las inmediaciones del Mayabeque u Onicajinal y en las
márgenes del Casiguaguas, Chorrera o Almendares.
En una de sus cartas de relación al Rey, Diego Velázquez hace una reseña que resulta interesante:
“La ciudad de este nombre (Debe ser San Cristóbal del sur) era
un gran batey, rodeado de bujíos, con sus respectivos caneyes, o casas
regias para sus Gemires o Dioses Penates y para sus Caciques o su Rey.
Estaba cerca de la costa sur, en un llano fértil y ancho, sobre el río
Güinicaxina (Nota: Hoy Mayabeque).”
¿Qué tipo de asentamiento puede ser denominado por Velázquez como “ciudad”?. Por lo visto, parece ser que sí era un gran batey.
Lo más probable, que también estuviera rodeado de aldeas y de campos
cultivados. O sea, la villa no se debe tratar de localizar como un
punto, sino como una zona bastante amplia.
Se menciona en esta breve reseña que la Villa estaba cerca de la costa sur,
o sea, dicha zona estaba algo alejada de dicha costa. Quiere decir, que
no estaba en la misma costa. Si Diego señala que la Villa estaba
situada en un llano fértil y ancho, no puede pensarse que la misma estaba en las zonas bajas de la costa.
Por último, si se plantea que la Villa estaba ubicada sobre el río Güinicaxina, significa
que estaba al oeste de sus márgenes y hasta quizá al norte de un
trayecto del río en el que su cauce era noreste-suroeste, o quizá
este-oeste. Esto es algo lógico, ya que los aborígenes cubanos no eran
tontos y no hubieran situado el batey en la parte de mayor probabilidad
de inundación cuando ocurrieran grandes avenidas; o sea, en la ribera
este o sur del río. Además, no se ha hallado ningún mapa antiguo de los
siglos XVI-XVII que señale un camino que se dirija hacia la zona donde
presumiblemente estuviera la Villa y que cruce el río, que después fue
llamado Mayabeque.
Por
otra parte, José Martín Félix de Arrate y Acosta se dedicó a
estructurar de forma sistemática un compendio sobre el tema que nos
ocupa, en su obra que lleva el título de “Llave del Nuevo Mundo”. En la página 25 de este valioso documento histórico Arrate expresa que “... su
primero establecimiento estaba, como se dice y yo supongo, en un río en
la costa del sur, es muy posible fuese el que ahora llaman la Bija, que
desemboca en ella en paraje más oriental que el Batabanó, y en donde estoy informado se divisan algunas señales que hubo antiguamente embarcadero”.
Si
hubo un embarcadero, ¿quiere decir que las naves españolas partían
desde él hacia el sur, en dirección a la desembocadura del río?.
Basándose
en las distancias señaladas por Arrate y en otros documentos, se logró
ubicar cartográficamente la locación más probable de la primitiva villa,
y de eso hace ya más de doce años. Pero estas y otras citas están en el
artículo mencionado.
Seguidamente, se mostraran algunas reflexiones cartográficas.
En esta otra ilustración se muestra la zona señalada arriba y trazada en un mapa topográfico actual. Se puede discernir que la zona está aproximadamente en las coordenadas 82°,1 de longitud oeste y 22°,4 de latitud norte. Este dato es importante para comprarlo después con otro que se dará más abajo.
En la siguiente figura se muestran los caminos –tomados del mapa de Pichardo- desde La Habana, Jaruco, Güines. Batabanó hasta la zona localizada como ubicación más probable de la Villa. Las distancias medidas en el mapa coinciden casi exactamente con las dadas en los documentos históricos, y los caminos llevan a la zona localizada como la de mayor probabilidad de ubicación de la Villa.
En esta otra
figura se muestra el resultado del análisis de un mapa de 1896, en el
que se pueden apreciar algunas informaciones interesantes que se acotan
en el marco del texto situado a su izquierda.
Entre
las cuestiones intrigantes está el famoso Cayo La Ceiba y el antiguo
embarcadero del ingenio Teresa. Se habrá podido notar que el centro del
hato de Mayabeque está en la zona de ubicación de la Villa.
En
esta imagen satelital que sigue se ha interpretado donde estaba el cayo
La Ceiba y se dan las coordenadas de su centro en el sistema WGS-84..
Una cuestión sumamente interesante se descubre en las dos imágenes que siguen. Lea el texto en el recuadro de la primera.
Ahora
observen esta copia del original (fragmento) del mapa de Gerardo
Mercator del año 1630. Se puede apreciar la red de coordenadas
geográficas. Las latitudes se medían desde la línea del Ecuador (0°) hacia el norte (90° en los polos). Las longitudes estaban referidas al meridiano inicial (0°), y los grados se contaban hacia el este, llegando hasta 360°.
La proyección cartográfica debe ser la cilíndrica de Mercator Normal
Simple, aunque no se distingue en la información marginal del mapa o
carta.
Estas
coordenadas se obtenían con baja exactitud, aunque se siga reconociendo
que a ciudades y puntos importantes se les daba coordenadas mediante
métodos astrónomo-geodésicos. Pero lo cierto es que la Villa ni estuvo
en Batabanó, ni en Quivicán, ni en Caimito, ni en Pinar del Río ni en
otro lugar que no fuera la extensa sabana, de tierra muy fértil, situada
en las márgenes (este u oeste) del río Mayabeque, que estaba cubierta
de bosques tales que, al decir de Fray Bartolomé de Las Casas, “…se podía ir de un lugar a otro de la isla bajo la sombra de sus bosques…”.
Hace ya más de doce años que llevo aconsejándoles a meleneros y güineros,
todos mayabequenses y habaneros por legado histórico, que se deben
ejecutar las investigaciones necesarias sobre San Cristóbal, porque los
asuntos históricos son tan importantes como la alimentación agropecuaria
que brinda la provincia. De la Historia se alimentan nuestras
tradiciones y nos sentimos orgullosos de las nuestras, por lo que
debemos conservarlas como algo sagrado.
Pero
parece que a ninguna institución de las geociencias les interesa este
tema, y los institutos de historia y otros de ciencias sociales como los
de patrimonio histórico no tienen de donde obtener el financiamiento
para llevar a cabo investigaciones de este tipo. Tampoco podemos esperar
que llegue el 25 de julio del 2015 sin haber logrado la ubicación de la
controvertida villa, porque ocurriría otra vez que no existiría un
lugar para celebrar los 500 años de la fundación de la misma.
Quizá
debamos tomar el ejemplo del insigne investigador cubano José Manuel
Guarsh y de su magnífica familia que lo acompañó en las prolongadas
investigaciones y excavaciones hasta dar con el primer cementerio
aborigen de agricultores ceramistas encontrado en Cuba, el famoso sitio
arqueológico de Chorro de Maíta, cerca del poblado de Yaguajay, municipio de Banes, provincia de Holguín, hasta que dieron con el lugar arqueológico.
La
impaciencia provocada por los largos años de espera de una toma de
decisión que no acaba de llegar, me ha impulsado en estos días al
atrevimiento de presentar una Idea de Proyecto Científico-Técnico,
vinculado con los estudios medioambientales y caracterización
físico-geográfica de la cuenca del río Mayabeque, para ver si se logra
que en este contexto –si es aprobado y financiado- se le dé continuación
a las investigaciones histórico-geográficas que se iniciaron el siglo
pasado para ubicar espacialmente la Villa.
Por tal motivo, para que se rompa el corojo, estoy convocando a título personal a que de alguna forma se levante un obelisco melenero-güinero
en el lugar del desaparecido Cayo la Ceiba, con toda la solemnidad que
debe acompañar este hecho histórico. A fin de cuentas, el paleocauce del
río Mayabeque creó este cayo, y su cauce debería ser la frontera
administrativa entre Güines y Melena del Sur.
Este
sería un sencillo obelisco, que pudiera ser levantado mediante el apoyo
de todos los pobladores de la provincia de Mayabeque, buscando fondos
mediante contribuciones voluntarias. Pienso que debería llevar una
tarja conmemorativa, quizá con un mensaje parecido al siguiente:
Se
erige este obelisco en homenaje a la fundación de San Cristóbal de La
Habana del sur, la séptima villa fundada por Diego Velázquez de Cuellar,
supuestamente el 25 de julio de 1515, y localizada en algún lugar, no
ubicado aun con exactitud, cercano a las márgenes del oeste o del este
del
Antiguo río que hoy se denomina Mayabeque.
Sirva este monumento a la memoria histórica de nuestra Patria.
Ciudadanos de la actual Provincia Mayabeque
25 de julio del año 2015
Hace
falta levantar como ventisca sabanera el esfuerzo mancomunado de los
mayabequenses y que los 500 años de San Cristóbal de La Habana en el sur
no pasen inadvertidos.
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